Desde nuestra habitación, la entrada al mundo. Desde la pantalla del ordenador, la ventana a una irrealidad de enorme pequeñez, la contradicción clarificadora, la información incompleta, el mundo sin olor. No se fíen de lo que ven, de lo que leen, de lo que escuchan. Vayan al otro lado de la puerta, salgan a la calle, miren a la gente, respiren el aire de la ciudad, sientan frío, calor, humedad, deseo... sientan. La belleza miserable de la que están hechas las cosas. Aparten los ojos de este texto. El mundo es todo lo demás. Caminen, corran, vuelen, vivan lejos de esa silla, esa pantalla y esa música, aprovechen el tiempo. Se acaba.
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