Lope de Aguirre nació en Oñate, Guipúzcoa , en 1518. Al ser hijo segundón de una familia de hidalgos (la herencia se la quedó el mayor) marchó a Sevilla en busca de fortuna. Tenía 21 años cuando Pizarro llegó de Perú con noticias de tesoros y se animó a alistarse en una expedición de 250 hombres bajo el mando de Rodrigo Burán.
Durante unos años poco se sabe de él, pero interviene en varias batallas sofocando rebeliones como las que él protagonizaría años más tarde. En la batalla de las Salinas, en la batalla de Chupas contra Diego de Almagro, en las Guerras Civiles de Perú en el bando realista, con Núñez de Vela contra Gozalo Pizarro... La resistencia contra Pizarro y su ayudante, Francisco de Carvajal, apodado el Demonio de los Andes, duró dos años. Aguirre tuvo que huir a Nicaragua como tantos otros para regresar al Potosí en 1551.
A su vuelta, el juez Francisco de Esquivel le arrestó acusándole de malos tratos a los indios. El juez no tuvo en cuenta las razones de Aguirre y su defensa, que argumentaba que era hidalgo de buena familia, y fue condenado a ser azotado públicamente. Dice su leyenda que Aguirre caminó descalzo tres años y cuatro meses hasta que, finalizado el mandato del juez, se vengó de él, apuñalándolo mientras duermía. A continuación huyó disfrazado de negro y se refugió en Guamanga y posteriormente en Tucumán.
Participa en 1552 en la sublevación de Cuzco contra el virrey Antonio de Mendoza, durante la cual asesina al gobernador Pedro de Hinojosa, lo que le vale una condena a muerte. En 1553 participa en la sublevación de Sebastián Castilla en La Plata. Ordenado el exterminio de los sublevados, huye de nuevo y pasa un año escondido en una cueva malviviendo a base de pan y raíces. En 1554, Alvarado lo amnistía a cambio de que colabore en el sofocamiento de una nueva sublevación, la de Francisco Hernández Girón. En esta turbulenta época empieza a ser llamado «Aguirre el loco».
Reintegrado en el bando realista es herido de gravedad en Chuquinga, perdiendo el uso del pie derecho y recibiendo graves quemaduras de arcabuz en ambas manos. Se encuentra con que es un viejo de 50 años, sin fortuna, ni gloria, tullido y deformado por las contínuas batallas. Su única familia es su hija Elvira, mestiza de madre desconocida.
En estas circunstancias se enrola en 1559 en la expedición que el virrey del Perú, bajo el mando de Pedro de Ursúa, envía en busca del mítico El Dorado. La expedición, formada por 300 soldados, tres bergantines y varios cientos de indios, parte del puerto de Santa Cruz de Saposoa el 26 de septiembre de 1560. A Aguirre lo acompaña su hija Elvira, custodiada por dos dueñas. La expedición desciende los ríos Huallaga, Marañón y Amazonas. La búsqueda resulta infructuosa; se pierden embarcaciones y hombres, escasean las provisiones. El descontento de la tropa va en aumento y muchos piden volver a Perú. Ursúa hace caso omiso y se empecina en continuar el viaje, desoyendo a sus hombres; llega a encadenar a un noble español y a hacerlo remar con los esclavos negros. Ursúa tenía como principal ocupación acostarse con su amante, Inés de Atienza; al hechizo de su belleza mestiza achacan los supersticiosos soldados la enfermedad de Ursúa, descrita como melancolía o humor negro, términos que servían en la época para englobar un elevado número de trastornos mentales, y que probablemente fuese una depresión. Todos estos factores desembocan en una conjura, en la que interviene Aguirre, que desemboca en el asesinato de Ursúa.
Los conjurados deciden escribir una carta a Felipe II exponiendo sus motivos y, a la hora de firmarla, Aguirre lo hace así: «Lope de Aguirre, traidor», explicando que ahora son todos traidores al rey y como tales, están en su contra; los demás se escandalizan y le toman por loco. Aguirre asume el cargo de Maese de Campo y nombra gobernador a Fernando de Guzmán. Más tarde, cuando rompe definitivamente con la Corona y reniega de Felipe II (23-5-1561) nombra a Guzmán «Príncipe de Tierra Firme, Perú y Chile» Pero el campamento de los rebeldes se había convertido en un hervidero de odios, pasiones, miedos y envidias, a lo que contribuía la competencia entre los capitanes por los favores de Inés de Atienza.
Aguirre teje una red de confidentes, espías y hombres de confianza por todo el campamento, gracias a los cuales descubre una conjura en su contra, a lo que responde sin vacilar y drásticamente asesinado a todos sus rivales e incluso a los dudosos: incluidos el cura Henao (al que consideraba sospechoso), a Inés de Atienza (a la que despreciaba) y, por último, al propio Guzmán. Una vez se hace con el mando, abandona la fantasiosa idea de El Dorado y planea ir a Panamá y desde allí conquistar Perú. Desciende el Amazonas con sus hombres, a los que llama «marañones» y llega a la desembocadura, donde se apodera de la isla Margarita (julio de 1561) Desde allí, Aguirre envía a Felipe II una carta, llena de amargura, decepción e insatisfacción, donde llama a Felipe «menor de edad» y le dice «No puedes llevar con título de rey justo ningún interés en estas partes, donde no aventuraste nada, sin primero gratificar a los que trabajaron...»; lo acusa de tener las manos limpias mientras otros se las manchan con sangre propia y ajena en su beneficio.
Siglos más tarde, Simón Bolívar consideraría esta carta como «la primera declaración de independencia del Nuevo Mundo». Aguirre firma como «Lope de Aguirre el Peregrino». A continuación, se proclama «Príncipe de la Libertad de los Reinos de Tierra Firme y las Provincias de Chile» y declara la guerra a España («Ea, marañones, limpiad vuestros arcabuces que ya tenéis licencia para ir con vuestras armas»).
Recibiendo noticias la Audiencia de Santo Domingo del arribo de la violenta y alucinada tropa, reúnen una improvisada armada con embarcaciones y hombres de Puerto Rico, Cartagena y Nueva Granada al mando del fraile Montesino. Ante la inminencia de su llegada, Lope le sale al cruce y envía a un hombre de su confianza, el capitán Murguía, junto a 18 soldados, para parlamentar con el fraile, a quien Lope trata de seducir, transmitiéndole la promesa de «hacerlo Papa» cuando regresara y conquistara el Perú. Pero Murguía y sus soldados desertan y se pasan en bloque al bando realista.
Rodeado en Barquisimeto, mata a su propia hija, "porque alguien a quien quiero tanto no debería llegar a acostarse con personas ruines". Su fin se verificó el 28 de octubre de 1561, día de los Apóstoles San Simón y San Judas Tadeo, según apuntan nuestros cronistas, y, si bien no fue cristiano ni edificante, cumplióse lo que él había dicho: «Mi alma se irá a los infiernos, pero allí están Julio César, Alejandro Magno y otros capitanes, mientras que al cielo sólo van gentes de poco fuste y bríos... Y a lo menos mi fama quedará en la memoria de los hombres para siempre».
Aguirre ha sido interpretado por Klaus Kinski en "Aguirre o la cólera de Dios" (Werner Herzog, 1973) y por Omero Antonutti en "El Dorado" (Carlos Saura, 1988).
Durante unos años poco se sabe de él, pero interviene en varias batallas sofocando rebeliones como las que él protagonizaría años más tarde. En la batalla de las Salinas, en la batalla de Chupas contra Diego de Almagro, en las Guerras Civiles de Perú en el bando realista, con Núñez de Vela contra Gozalo Pizarro... La resistencia contra Pizarro y su ayudante, Francisco de Carvajal, apodado el Demonio de los Andes, duró dos años. Aguirre tuvo que huir a Nicaragua como tantos otros para regresar al Potosí en 1551.
A su vuelta, el juez Francisco de Esquivel le arrestó acusándole de malos tratos a los indios. El juez no tuvo en cuenta las razones de Aguirre y su defensa, que argumentaba que era hidalgo de buena familia, y fue condenado a ser azotado públicamente. Dice su leyenda que Aguirre caminó descalzo tres años y cuatro meses hasta que, finalizado el mandato del juez, se vengó de él, apuñalándolo mientras duermía. A continuación huyó disfrazado de negro y se refugió en Guamanga y posteriormente en Tucumán.
Participa en 1552 en la sublevación de Cuzco contra el virrey Antonio de Mendoza, durante la cual asesina al gobernador Pedro de Hinojosa, lo que le vale una condena a muerte. En 1553 participa en la sublevación de Sebastián Castilla en La Plata. Ordenado el exterminio de los sublevados, huye de nuevo y pasa un año escondido en una cueva malviviendo a base de pan y raíces. En 1554, Alvarado lo amnistía a cambio de que colabore en el sofocamiento de una nueva sublevación, la de Francisco Hernández Girón. En esta turbulenta época empieza a ser llamado «Aguirre el loco».
Reintegrado en el bando realista es herido de gravedad en Chuquinga, perdiendo el uso del pie derecho y recibiendo graves quemaduras de arcabuz en ambas manos. Se encuentra con que es un viejo de 50 años, sin fortuna, ni gloria, tullido y deformado por las contínuas batallas. Su única familia es su hija Elvira, mestiza de madre desconocida.
En estas circunstancias se enrola en 1559 en la expedición que el virrey del Perú, bajo el mando de Pedro de Ursúa, envía en busca del mítico El Dorado. La expedición, formada por 300 soldados, tres bergantines y varios cientos de indios, parte del puerto de Santa Cruz de Saposoa el 26 de septiembre de 1560. A Aguirre lo acompaña su hija Elvira, custodiada por dos dueñas. La expedición desciende los ríos Huallaga, Marañón y Amazonas. La búsqueda resulta infructuosa; se pierden embarcaciones y hombres, escasean las provisiones. El descontento de la tropa va en aumento y muchos piden volver a Perú. Ursúa hace caso omiso y se empecina en continuar el viaje, desoyendo a sus hombres; llega a encadenar a un noble español y a hacerlo remar con los esclavos negros. Ursúa tenía como principal ocupación acostarse con su amante, Inés de Atienza; al hechizo de su belleza mestiza achacan los supersticiosos soldados la enfermedad de Ursúa, descrita como melancolía o humor negro, términos que servían en la época para englobar un elevado número de trastornos mentales, y que probablemente fuese una depresión. Todos estos factores desembocan en una conjura, en la que interviene Aguirre, que desemboca en el asesinato de Ursúa.
Los conjurados deciden escribir una carta a Felipe II exponiendo sus motivos y, a la hora de firmarla, Aguirre lo hace así: «Lope de Aguirre, traidor», explicando que ahora son todos traidores al rey y como tales, están en su contra; los demás se escandalizan y le toman por loco. Aguirre asume el cargo de Maese de Campo y nombra gobernador a Fernando de Guzmán. Más tarde, cuando rompe definitivamente con la Corona y reniega de Felipe II (23-5-1561) nombra a Guzmán «Príncipe de Tierra Firme, Perú y Chile» Pero el campamento de los rebeldes se había convertido en un hervidero de odios, pasiones, miedos y envidias, a lo que contribuía la competencia entre los capitanes por los favores de Inés de Atienza.
Aguirre teje una red de confidentes, espías y hombres de confianza por todo el campamento, gracias a los cuales descubre una conjura en su contra, a lo que responde sin vacilar y drásticamente asesinado a todos sus rivales e incluso a los dudosos: incluidos el cura Henao (al que consideraba sospechoso), a Inés de Atienza (a la que despreciaba) y, por último, al propio Guzmán. Una vez se hace con el mando, abandona la fantasiosa idea de El Dorado y planea ir a Panamá y desde allí conquistar Perú. Desciende el Amazonas con sus hombres, a los que llama «marañones» y llega a la desembocadura, donde se apodera de la isla Margarita (julio de 1561) Desde allí, Aguirre envía a Felipe II una carta, llena de amargura, decepción e insatisfacción, donde llama a Felipe «menor de edad» y le dice «No puedes llevar con título de rey justo ningún interés en estas partes, donde no aventuraste nada, sin primero gratificar a los que trabajaron...»; lo acusa de tener las manos limpias mientras otros se las manchan con sangre propia y ajena en su beneficio.
Siglos más tarde, Simón Bolívar consideraría esta carta como «la primera declaración de independencia del Nuevo Mundo». Aguirre firma como «Lope de Aguirre el Peregrino». A continuación, se proclama «Príncipe de la Libertad de los Reinos de Tierra Firme y las Provincias de Chile» y declara la guerra a España («Ea, marañones, limpiad vuestros arcabuces que ya tenéis licencia para ir con vuestras armas»).
Recibiendo noticias la Audiencia de Santo Domingo del arribo de la violenta y alucinada tropa, reúnen una improvisada armada con embarcaciones y hombres de Puerto Rico, Cartagena y Nueva Granada al mando del fraile Montesino. Ante la inminencia de su llegada, Lope le sale al cruce y envía a un hombre de su confianza, el capitán Murguía, junto a 18 soldados, para parlamentar con el fraile, a quien Lope trata de seducir, transmitiéndole la promesa de «hacerlo Papa» cuando regresara y conquistara el Perú. Pero Murguía y sus soldados desertan y se pasan en bloque al bando realista.
Rodeado en Barquisimeto, mata a su propia hija, "porque alguien a quien quiero tanto no debería llegar a acostarse con personas ruines". Su fin se verificó el 28 de octubre de 1561, día de los Apóstoles San Simón y San Judas Tadeo, según apuntan nuestros cronistas, y, si bien no fue cristiano ni edificante, cumplióse lo que él había dicho: «Mi alma se irá a los infiernos, pero allí están Julio César, Alejandro Magno y otros capitanes, mientras que al cielo sólo van gentes de poco fuste y bríos... Y a lo menos mi fama quedará en la memoria de los hombres para siempre».
Aguirre ha sido interpretado por Klaus Kinski en "Aguirre o la cólera de Dios" (Werner Herzog, 1973) y por Omero Antonutti en "El Dorado" (Carlos Saura, 1988).
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